Habla menos y di más
Lyons es un bocazas compulsivo que trabaja día a día por dejar de serlo. Su verborrea le ha llegado a costar el empleo y deteriorar sus relaciones y, a pesar de ello, mantener la boca cerrada no es sencillo. Para ilustrar el grado de compulsividad al que se puede llegar, el autor relata en Cállete cómo durante un periodo en el que contenía su locuacidad en las reuniones sociales tuvo que recurrir a ansiolíticos para soportar la ansiedad producida.
Así pues, nadie puede decir que Lyons nos sepa de lo que habla y su recomendación es clara: hable menos, escuche más y será más feliz. Más allá de las recomendaciones y ejemplos que trae consigo su ensayo, resulta interesante el análisis que el periodista realiza del mundo actual, en el que estamos sometidos a una cantidad ingente de estímulos, con una internet en la que se produce basura a velocidad de la luz.
Tal y como expone, existen más de 600 millones de blogs -como el que usted ahora está leyendo- que publican a diario 29 millones de nuevas entradas; cada minuto se reproducen 167 millones de vídeos de TikTok y 4,1 millones de vídeos de YouTube. Ya no es sólo que sea complicado que uno sepa cerrar la boca literalmente, sino que tampoco genere interacciones en las redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea.
El teléfono móvil se ha convertido en un arma de doble filo para adultos y menores. Esa capacidad multitarea provoca una amnesia digital, en esencia nos vuelve más tontos, consumiendo contenidos cada vez más breves y mermando nuestra capacidad de concentración. Lyons habla de TikTok como “una aplicación idiota, llena de idiotas que hacen idioteces y vuelven idiotas a otras personas”. Sin embargo, precisa, bajo esta idiotez se encuentra una inteligencia de una sofisticación casi insondable cuyo código basado en Inteligencia Artificial (IA) para inducir a la adicción es objeto de deseo por Facebook, Instagram, Snapchat y Twitter, desesperadas por descifrarlo mediante ingeniería inversa.
Por otro lado, más inquietante puede llegar a resultar la reflexión que comparte Lyons sobre los menores. Decía el filósofo Bertrand Russell que “una generación que no pueda soportar el aburrimiento será una generación […] en la que todos los impulsos vitales se marchitarán lentamente, como si fueran flores cortadas en un jarrón”. En cierto modo, plantea el autor, eso es lo que está sucediendo ahora con los más jóvenes, incapaces de aburrirse porque siempre hay un teléfono móvil a mano y, con él, una distracción y alguien con quien interactuar, aunque sea desconocido. Aburrirse, según algunas investigaciones, hace que la gente sea más creativa y eso se está perdiendo.
Una clave para la felicidad
Al mismo tiempo, Callarse nos descubre cómo no ser tan habladores puede mejorar nuestra salud. Apoyándose en diversos estudios –algunos de los cuales tiran por tierra que las mujeres sean más charlatanas que los hombres-, Lyons explica cómo cuando hablamos nos sube la presión arterial y, por el contrario, cuando callamos, baja. Este es el motivo por el que algunos tratamientos para la hipertensión incluyen aprender a hablar de una forma más relajada.
En este mismo sentido, el autor refiere otro estudio que expone que las personas que dedican más tiempo a mantener buenas conversaciones y menos charlas triviales son más felices que el resto. Para ilustrar esta teoría, el libro viaja a Finlandia, que en 2022 fue designado el país más feliz del mundo por quinto año consecutivo. El finés es uno de los pueblos más callados y reservados, hasta el punto que durante pandemia, cuenta Lyons, cuando la norma era mantener dos metros de separación entre personas, circulaba en el país el chiste de “¿por qué no podemos mantener nuestros cuatro metros habituales?”.
Con un tono ameno, repleto de anécdotas –algunas de ellas hilarantes-, Cállate es un alegato a la moderación en la conversación, al buen uso de los silencios, la desconexión digital y la escucha activa. No resulta sencillo pues a fin de cuentas y como indica, aprender a escuchar significa oponerse a toda una vida de presión para hablar desde nuestra más tierna infancia. Angela Merkel, Barack Obama, Steve Jobs… son solo algunos de los personajes que Lyons cita para exponer, en esencia y como dice un viejo proverbio de Nueva Inglaterra, la importancia de la máxima “habla menos, di más”. Ojalá se lo aplicarán, especialmente en estos tiempos, buena parte de nuestra clase política.
Sin comentarios