La fuerza saharaui es imparable, en la paz y en la guerra
Mañana sábado las calles de Madrid volverán a llenarse con banderas saharauis. No se trata de una celebración, sino de una nueva reivindicación, la que el pueblo saharaui y todas aquellas personas que aún tienen fe en la legalidad internacional repiten año a año, reclamando un Sáhara Occidental libre. Este año la manifestación anual recorrerá la capital mientras en Gaza Israel comete un genocidio con total impunidad. Ni al pueblo saharaui ni al palestino les coge por sorpresa la ruindad y connivencia de la Comunidad Internacional, pero no por ello resultan menos dolorosas.
Medio siglo de ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos es demasiado tiempo, como son demasiadas las torturas, asesinatos y violaciones cometidas por las fuerzas del régimen de Mohamed VI en los Territorios Ocupados. Al diablo con ese término de 'resiliencia' que puso de moda la pandemia: lo del pueblo saharaui es resistencia, tenacidad, determinación y, por encima de todo y, quizás es lo que más me sorprende, una confianza indestructible en el Derecho Internacional.
No fue la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) la que en noviembre de 2020 rompió el alto el fuego, en vigor desde que lo rogara Hassan II en 1991; fue Marruecos, haciendo volver una guerra que Europa trata de silenciar desde entonces, pese a las vidas que ya se ha cobrado. Los terribles atentados cometidos por Hamás el pasado 7 de octubre, que han servido de pretexto al gobierno de Netanyahu para cometer un genocidio, no se pueden justificar, pero sí entender: décadas de ocupación, de usurpación de un territorio y sus recursos, de continuas violaciones de Derechos Humanos (DDHH) al pueblo de Palestina terminan teniendo consecuencias indeseadas.
El pueblo saharaui lleva casi medio siglo dividido entre la diáspora, los Territorios Ocupados y los campamentos de población refugiada en la hamada argelina. Con la excepción del primero, en los dos últimos escenarios la vida es una continua prueba que pocos seres humanos serían capaces de resistir. La discriminación, las vejaciones, torturas, incluso asesinatos, al oeste del Muro de la Vergüenza hacen que ninguna persona saharaui allí esté segura nunca. Al oeste, en el desierto del Sáhara, la crisis y la caída en picado de la ayuda humanitaria todavía han hecho más cuesta arriba la supervivencia de un pueblo con la que no contaba Marruecos cuando lo expulsó bajo el bombardeo de proyectiles y fósforo blanco.
A pesar de todo ello, asisto desde hace años a cómo el Frente Polisario, legítimo representante del pueblo saharaui, se aferra al Derecho, a la legalidad internacional, para resolver tal injusticia. El último ejemplo lo hemos visto recientemente con la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) al ratificar sus sentencias previas que declaran ilegales los acuerdos de pesca entre la UE y Marruecos que afectan al caladero del Sáhara Occidental. Aunque el informe de la abogada principal sobre el recurso de apelación de la UE no llegará hasta el 21 de marzo de 2024 -algo, a mi juicio, intolerable-, el Derecho Internacional vuelve a dar la razón al Polisario.
Si el nivel de sufrimiento o, como ha sucedido en el caso de Israel, un ataque otorga a un Estado el derecho a defenderse, el pueblo saharaui tiene motivos de sobra para hacerlo, ya sea a cara descubierta, con un ejército que ya en los 90 derrotó a Hassan II, o en forma de escaramuzas, de guerra de guerrillas en Territorios Ocupados, incluso, en suelo marroquí. Sin embargo, para el Frente Polisario esa no es una opción, aunque si recurriese a ello -en un intento por sacar al mundo de su aletargamiento ante tamaña injusticia- sería complicado no entenderlo, incluso, para muchas personas, no justificarlo.
No, el pueblo saharaui no ha jugado nunca esa baza. ¿Qué tiene que perder quien lo ha perdido todo? El caso, y esto nos devuelve de nuevo a la manifestación de mañana, es que el pueblo saharaui no lo ha perdido todo. Efectivamente, Marruecos, con una España, Europa y EEUU cómplices, le ha robado el territorio, sus recursos naturales, incluso miles de vidas humanas. Sin embargo, lo que ninguno de esos actores le ha arrebatado, ni jamás le podrá arrebatar, es la dignidad y la razón. Ambas inundarán mañana las calles de Madrid, con gente llegada de todas partes de España, entremezclándose con sus hermanos y hermanas saharauis, gritando juntas por un Sáhara Libre.
Esa fuerza es imparable, en la paz y en la guerra.
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