Cerremos los campos de golf
La emergencia climática se activó hace muchos años pero, incluso hoy, cuando la sequía hace estragos en algunas regiones de España, hay quien la niega. No es necesario decir que es mentira que las emisiones de CO2 son nocivas, como hace Vox, basta estar cruzado de brazos. Es el caso del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que mientras el campo pierde hasta el 70% de algunos cultivos y en algunas localidades sufrimos cortes de agua de seis horas diarias, mantiene en funcionamiento 109 campos de golf.
Hoy registraremos en Málaga una de las máximas de toda España: las previsiones hablan de 27ºC, un 12 de diciembre. No, no es buen tiempo, es mal tiempo y cada día, cuando uno abre el grifo y durante unas horas no sale agua lo vemos, como se evidencia al salir y ver jardines convertidos en secarrales, árboles que ya no reciben suficiente agua y nos ofrecen menos sombra, precisamente, cuando más la necesitamos.
En abril, Moreno Bonilla garantizaba el consumo urbano de agua para toda Andalucía durante al menos un año y medio. No sólo eso, sino que afirmaba que no habría restricciones en verano. No fue así, las tuvimos, incluso, con cortes diarios de agua en zonas costeras. A finales de noviembre, el presidente garantizaba el agua para un millón de personas en la Costa del Sol de cara al verano de 2024. 15 días más tardes, deslizaba la necesidad de traer barcos con agua a Málaga si no llueve.
Las previsiones pasan por que Andalucía no garantice el consumo de agua en seis meses; en Málaga, la situación es peor: la fecha límite es marzo. Por el camino se han perdido decenas de miles de empleos, se han arruinado cultivos, se ha encarecido la cesta de la compra… Pero los 109 campos de golf siguen a pleno rendimiento, del mismo modo que la llamada masiva y de turistas que secan la provincia igual que los regadíos sin medida. No sólo siguen con su actividad como si nos sobrara el agua, sino que la propia consejera de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía, Carmen Crespo, sale en su defensa pidiendo que no se demonicen.
No todos estos campos de golf utilizan aguas regeneradas y recurren a aguas subterráneas. La propia Real Federación cifra en tan solo un 70% el agua residual y regenerada. Mientras, la Fiscalía de Medio Ambiente de Málaga ha abierto diligencias de investigación preprocesales a dos campos de golf de la provincia por sospechar que están captando agua de manera ilegal de dos cauces distintos. El gasto medio de un campo de golf en una región seca como Andalucía es de unos 10.000 litros diarios, lo que supone entre 0,5 y 0,7 hectómetros cúbicos (hm3) al año. Sólo los 74 campos de golf situados en la cuenca mediterránea consumen más de 30 hm3, según los datos de la memoria de los Planes Hidrológicos 2022-2027 de la Junta de Andalucía. A ello habría que sumarle, además, otros 35 campos de golf que se extienden por toda la Comunidad Autónoma. Otros expertos elevan esos consumos, hablando incluso de 180 hm3 al año entre todas las instalaciones, lo que vendría a equivaler casi a lo que consumen todos los habitantes de las ciudades de Sevilla y Málaga.
Hace meses que el Gobierno de España concedió a la Junta 100 millones de euros para la construcción de una desaladora en la Axarquía (Málaga) y el gobierno andaluz ni siquiera ha sido capaz de decidir su ubicación; mientras, habla de barcos de agua y desaladoras portátiles. Ante esta inacción, es hora de plantearse el cierre de campos de golf. Representan un lujo que, con su clima, nunca debió tener Andalucía y mucho menos que nos podamos permitir ahora. En algunos casos, habrán de ser cierres definitivos, porque 109 campos de golf son insostenibles. En otros casos, podría barajarse la posibilidad de establecer ERTEs como se acometieron en pandemia, pues a nadie se escapa que hay puestos de trabajo en juego.
Se trata de medidas dolorosas, pero todavía lo serán más si no paramos la hemorragia de agua que condena nuestro futuro. Quienes defienden la existencia de estos campos de golf se amparan en el turismo de lujo que traen consigo, sin darse cuenta de que ese lujo se esfumará el próximo verano cuando no haya agua que llevarse a la boca. “Los ricos siempre tendrán”, pensarán algunas personas y se equivocan, porque cuando la sed ahoga, ¿de veras creen que el sediento permitirá ese derroche ante sus mismas narices?
(Artículo en Público)
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