FiSahara, el festival incómodo
El pasado fin de semana, FiSahara (Festival Internacional de Cine del Sáhara) ha celebrado su vigésimo aniversario y lo ha hecho trayendo a la capital una edición especial –la tercera que organiza en Madrid-. FiSahara ha vuelto a demostrar por qué es mucho que un festival de cine, convirtiéndose durante tres días en epicentro de las denuncias saharauis que no sólo sacan los colores a España, sino a la Comunidad Internacional, extendiéndose su mirada al genocidio que Israel comete en Gaza.
FiSahara Madrid ha sido tan intenso como emocionante. Durante tres días, esta cita con el cine y los derechos humanos ha reunido a cuatro de las activistas saharauis más bravas, como Aminetu Haidar, Sultana Jaya, ElGhalia Djimi y Mina Baali, éstas dos últimas llegadas del Sáhara Occidental ocupado gracias a las gestiones de la ONG NomadsHRC.
Tres sillas vacías les acompañaban el día que el festival les rendía homenaje, representando a sus tres compañeras Salha Boutanguiza, Luara Jaya y Mahfouda Lefkir que no han podido viajar hasta Madrid porque el Gobierno de España no les ha facilitado el visado. FiSahara ha servido para mostrar del modo más descarnado la complicidad de nuestro gobierno con Marruecos la fuerza ocupante del Sáhara. Escuchar de boca de las activistas las trabas que ponen los consulados españoles en Marruecos para poder acceder a un visado tan sólo es la punta del iceberg. Haidar reveló cómo tras años de disfrutar de la residencia española, el Gobierno se la acaba de retirar. Según denunció en los coloquios de FiSahara la ganadora del Right Livelihood Award (Nobel de la Paz alternativo), España ha pasado de “querer comprarme, hasta ofreciéndome una casa”, ha negarle el derecho de residir en el país.
El común denominador en ambos casos es un gobierno socialista: en el primer caso, con José Luis Rodríguez Zapatero de presidente y Miguel Ángel Moratinos de titular de Exteriores, en el segundo, con Pedro Sánchez y José Manuel Albares. Conocer estos hechos la misma semana que vimos cómo el régimen de Mohamed VI desmentía a Albares negando la inminente apertura de las aduanas de Ceuta y Melilla y filtraba a los medios el logotipo del Mundial 2030 en el que Marruecos ha sido incluido tras sus presiones/chantaje, da una idea de la poca autoridad y autoestima que nuestro Gobierno muestra ante Rabat.
El trabajo sucio que España realiza para Marruecos va más allá pues, según expuso Haidar, excluye a activistas saharauis de programas dirigidos a defensores de los derechos humanos, promovidos por organizaciones como Mundubat o CEAR, utilizando el visado como herramienta de veto. Esta impunidad que regalan España y el resto de la Comunidad Internacional a Marruecos en su invasión ilegal y la sistemática vulneración de derechos fundamentales del pueblo saharaui ha llevado a Mohamed VI a la desfachatez de postular a Marruecos como candidato a presidir el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tal y como denunció la activista Yaguta El-Mokhtar, “es como poner al lobo a cuidar a las ovejas”, por lo que la sociedad civil saharaui ya ha articulado una campaña para que no se cometa tal infamia.
FiSahara es un festival incómodo, molesto e irritante para Marruecos, pero también para los diferentes gobiernos que han pasado por La Moncloa porque, como ha quedado evidente en esta edición, pone encima de la mesa la más que cuestionable política de comercio de armas al régimen de Mohamed VI –“un cliente fijo”, lo calificó el experto en armamento y Derecho Administrativo, el profesor Eduardo Melero de la Universidad Autónoma de Madrid-, o cómo se ignora al Sáhara Occidental en la Cumbre del Clima (COP28), a pesar de que el Sáhara Occidental y los campamentos de población refugiada saharaui sufren de pleno los efectos del cambio climático.
FiSahara molesta, incluso agrede, a quienes vulneran los derechos humanos y a quienes lo permiten, y lo hace tendiendo puentes entre causas, como la clausura del festival puso de relieve. En una sesión conjunta titulada De Gaza a El Aaiún: Cine contra la Ocupación, el festival conectó la lucha de dos pueblos, el saharaui y el palestino, por su libertad. Extendiendo la solidaridad con Gaza que activistas como Sultana Jaya ya habían expresado en la sesión inaugural, el coloquio llamó a continuar con la acción civil, con la unión de los pueblos y la solidaridad colectiva para doblegar tanto a Rabat como Tel Aviv y detener sus crímenes de lesa humanidad.
El arte y la cultura no cambian el mundo. En sus dos décadas de vida, FiSahara ha podido constatar esa realidad, pero también ha comprobado cómo a través del cine se abren nuevas vías a la movilización, se rompe el silencio mediático sobre causas como la saharaui o la palestina y se activa el resorte de la humanidad, el sentimiento colectivo y solidario contra el opresor. El cine llega a las personas, que son quienes tienen la llave para cambiar al mundo y FiSahara reúne a ambas, cine y personas… y molesta. Mucho. Por otros 20 años de incomodidad, ojalá que desde las playas de un Sáhara Occidental liberado.
(Artículo en Público)
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