Cuanto más odio, más amor
La Junta de Castilla y León, gobernada por PP y Vox, ha censurado un acto organizado por la Federación de AMPAS de Palencia (FAPA) que pedía la paz en Gaza. El concierto iba a tener lugar con motivo del Día Escolar de la No-violencia y la Paz (30 de enero) en el Conservatorio de Música de la ciudad, pero el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, José Antonio Rubio Mielgo (PP) lo ha prohibido por su “connotación política”. Esta censura, lejos de verse como un golpe encajado, ha de verse como el triunfo de la decencia y la democracia que cada vez se les atraganta más a las derechas, teniendo que recurrir a medidas autoritarias para imponer su sinrazón.
Inicialmente, la FAPA había conseguido el permiso. A fin de cuentas, ¿quién podría negarse a la celebración en favor de la paz en Gaza de un concierto en vivo y el recital de poemas de Gloria Fuertes y de poetas palestinos a cargo del alumnado? Pues el Gobierno que preside Alfonso Fernández Mañueco (PP), que ha vuelto a mostrar la pasta de la que está hecho.
Aunque ya no podrá celebrarse en el Día Escolar de la No-violencia y la Paz, la FAPA lleva trabajando en una nueva ubicación para el acto desde que se le comunicó su censura. Ese es el espíritu y, por tanto, el motivo por el que merece el aplauso y el reconocimiento. Ante el odio, la violencia y el autoritarismo de las derechas de PP y Vox, más democracia, más educación, más amor. Ni es preciso sentir deseos de revancha ni de contraataque, sencillamente, basta con no desviarse de la senda de la libertad, esa que crispa a PP y Vox. Cada nuevo acto de ensalzamiento de la paz y la democracia a través de la cultura suma a más personas que fortalecen ese modo de concebir la convivencia.
Castilla y León, donde el gobierno de extrema derecha ya cuenta con un amplio historial de censura, no es una excepción. Podemos encontrar más actos de odio por parte de las derechas en toda la geografía nacional, dándose de bruces con el tesón de quien se sabe del lado bueno, del de la libertad y la solidaridad. Sucedió también en San Cugat y, de nuevo, la mezquindad de la derecha desnudada por, como les gusta señalar, gente de bien. El alcalde de Junts Josep Maria Vallès mandó borrar un mural pintado por escolares pidiendo la paz que reflejaba el Guernica con los colores de la bandera Palestina.
La respuesta de Famílies per la pau, de nuevo, es más amor, más apoyo a un pueblo que está siendo víctima de un genocidio, tal y como ha avalado la Corte Internacional de Justicia: el próximo 17 de febrero hay convocado un acto para manifestarse contra los crímenes de guerra cometidos por Israel y pintar el cuadro por segunda vez. A buen seguro que la convocatoria reunirá a más brochas que la primera vez que el Guernica palestino vio la luz, haciendo que personas de la calaña del alcalde Vallès rebose bilis.
No hay lugar para la ofensiva, sencillamente y como sociedad democrática que somos, dejemos fluir lo que surge de nuestro ser como demócratas que somos. La ruindad que impera en las derechas, su ADN de opresión y represión harán el resto, evidenciando con cada acto de censura el nulo encaje democrático que tienen en la España del siglo XXI. Esa España diversa, multirracial y que ansía con ser cada día más feminista, igualitaria y ecologista. El agua a presión de la censura es sencilla de taponar pues basta cerrar el grifo; las filtraciones democráticas que discurren y se extienden por todas partes son un quebradero de cabeza para estas derechas, incapaces de atajar la humedad creciente de libertad que terminará por debilitar su muro hasta que éste se desmorone. Las manifestaciones de esos deseos florecen por doquier; para las derechas son malas hierbas, para nosotras y nosotros, tréboles de cuatro hojas que surgen de la tierra con más vigor y cantidad cuanto más tratan de eliminarlos.
No es necesario seguir los derroteros de violencia y odio que siguen para gobernar PP, Vox, Junts, Aliança Catalana o cualquier otro partido que vive de la imposición; para enfrentarlos, la mejor vía son todos estos actos pacíficos que actúan como un polo de atracción de buena gente. Cuanto más odio, más amor, hasta que se consuman en su abominable ruindad moral y democrática como un azucarillo en el café.
(Artículo en Público)
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