Del aprendiz de Monipodio un 28 de febrero
Marca el almanaque 28 de febrero y Andalucía entera se echa a las calles, inundando de jolgorio y algazara hasta el último de los rincones. El andaluz es por naturaleza jubiloso, amigo del alborozo y la chufla, y pocos motivos son menester para entregarse a la celebración. Mas este año del que aun algunos llaman Señor, no se sabe si son de justicia francachelas y jaranas con la que tenemos encima.
Cinco años ha de la llegada a San Telmo del que virtuoso ha hecho a Monipodio, primero en compañía de quienes se decían extremos y diestros, mas, en realidad, de avezados poco hacían gala, dejando entrever su torpedad y aturdimiento; posteriormente, en solitario, pues no hubo ni relicario de toca ni faldriquera de bayeta que sus dedos no visitaran, que su buen natural y lengua lagotera no alcanzaran.
Fueron comicios en un día de los calurosos del verano y el aprendiz aventajado de Monipodio salió a hombros con mayoría, mostrando orejas y rabo antes incluso del tercio de varas. Maestro en la ciencia vilhanesca, llenásele la boca de unidad, igualdad y otros grandes vocablos, agitando una palma al aire al tiempo que con la diestra separa y retira a quienes no se arriman a su cofradía.
Es 28 de febrero y 4 de cada 10 andaluces que pueblan la comarca viven en riesgo de pobreza, desdichados y pesarosos al ver como no hay lugar en España donde la miseria más llano encuentre el camino. Pareciera Despeñaperros el bardal impenetrable a la opulencia norteña, salvo para las hebras que se tornan en capas y sombreros de ala ancha en San Telmo. Once puntos nos separan del resto del país y uno, que de suyo es curioso, preguntose “¿a dónde irán a parar tantas riquezas que llegan de ultramar? ¿Esas de forasteros apersonados, con sus villas y haciendas que nos hacen dar con nuestros huesos en arrabales propios de los perros despeñados?
Y si la enfermedad le alcanza a uno, con su pan se lo coma, que tampoco hallará consuelo ni remedio alguno; el diablo tocará a su puerta antes de que el buen doctor lo haga, y sabiendo que ese es el fin último, ¿cómo es posible que en el resto del país la buena salud cumpla mejor su débito que en esta Andalucía nuestra en la que de muy entera voluntad y gana pagamos aranceles cuyos frutos comen otros?
Es 28 de febrero y no hay, pues, tanto que celebrar, pues ni españoles de segunda alcanzamos a ser, más de tercera y gracias, que el pernicioso aprendiz de Monipodio nos embaucó con sus bernardinas y dejó la bolsa más hueca que la sesera de quienes no atendieron a los advertimientos de lo que venía. Versados en este juego, de ley es admitir que el escarmiento debiera ser compartido, repartiéndose con Monipodio y sus cofrades, y más aun si cabe con quienes en mala hora le sacaron por la puerta grande. Día de juicio hay, donde todo saldrá en la colada, mas hasta que ese amanecer llegue, mucho sudor nos ha de llover del rostro como de alquitara.
Dos años restan aun para poder sacudirse como moscas al aprendiz de Monipodio y su infame academia, que a buen seguro darán más luenga escritura, que a buena fe confío será de grande consideración y servirá de ejemplo y aviso a los que la leyeren, pudiendo en verdad celebrar un 28 de febrero entre iguales.
(Artículo en Público)
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