El mal fario de las alianzas oportunistas
Podemos y Sumar todavía están lamiéndose las heridas tras el fiasco de las elecciones gallegas y la mirada ya está puesta en la siguiente llamada a las urnas: Euskadi. El pasado martes, la candidata de Elkarrekin Podemos a lehendakari, Miren Gorrotxageti, sorprendía a propios y extraños ofreciendo retirar su candidatura si con ello allana el camino para, ahora sí, confluir con Sumar para estos comicios. El escepticismo por el éxito de ese movimiento es tan grande como, en caso de producirse, las posibilidades que hay de que encuentre respaldo electoral.
Euskadi no es Galicia. En las últimas elecciones vascas, Elkarrekin Podemos se convirtió en la cuarta fuerza política de la Comunidad Autónoma, por detrás de PNV, EH Bildu y PSE, pero por delante del tándem PP-Cs y de Vox. Cuenta con seis escaños en el Parlamento vasco y ha venido haciendo gala de apoyo social en Euskadi. Sin embargo, en cuatro años el escenario podría haber cambiado mucho.
En las elecciones primarias de 2020, Gorrotxageti era la candidata del aparato nacional –apoyada por Pablo Iglesias- frente a Rosa Martínez, propuesta por Elkarrekin Podemos. Se impuso la primera en una consulta en la que se inscribieron unas 2.700 personas. En las primarias de este año, Gorrotxageti revalida candidatura -era la única aspirante-, pero con prácticamente la mitad de personas inscritas en la consulta, con 1.395.
Como ha sucedido en otros territorios, la formación morada se ha ido desinflando progresivamente. Los datos objetivos muestran que si en las elecciones de 2016 obtuvo 157.334 votos (14,8%) con Pili Zabala como candidata, en 2020 tan sólo encontró el apoyo de 71.759 votos (8%).
Al otro lado, Sumar parte de cero, como hizo en Galicia, aunque su candidata, Alba García Martín, venía desempeñado tareas como coordinadora de acción institucional, de campañas electorales y de programa electoral en Elkarrekin Podemos. Los potenciales apoyos en la urna para Sumar son una auténtica incógnita, pero no se antojan muy numerosos.
Es evidente que si ambas formaciones acuden divididas, fragmentarán aún más el voto de la izquierda, pero de unirse, ¿tiene credibilidad la unión? Existe mucha crispación entre ambas formaciones tanto en sus cúpulas nacionales como en su militancia. En términos generales, desde Sumar se mira a Podemos como un partido en descomposición que pega sus últimos zarpazos como un animal herido. Por su parte, desde Podemos se mira a Sumar como una formación nutrida con traidores y traidoras que no representan a la ‘verdadera izquierda’.
En ese escenario, ¿es posible concurrir juntas a las elecciones vascas? La decisión de unirse a Sumar Mugimendua por parte de Elkarrekin Podemos depende únicamente de sus bases, que tendrían acudir a una nueva consulta. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, dejó claro que la organización territorial del partido tiene las manos libres para hacer lo que desee, si bien es cierto que tal afirmación fue realizada antes de que Podemos rompiera con Sumar y formara parte del Grupo Mixto. Hoy por hoy diría que, como sucedió en Galicia, las bases no apoyarán una candidatura conjunta con Sumar. Son como agua y aceite.
En estas elecciones vascas, además, EH Bildu está más fuerte que nunca y hará mella en el desgaste que acusa el PNV tras estar al frente de la lehendakaritza los últimos 45 años, con la excepción de la legislatura 2009-2012 del PSE. Tanto PNV, como EH Bildu, PSE y PP presentan caras nuevas al frente de sus candidaturas.
Perdida Galicia, Sumar y Podemos necesitan arraigo territorial, contar con bases en las Comunidades Autónomas para poder fortalecer desde allí su proyecto nacional. Al mismo tiempo, tener peso en Madrid es fundamental para cualquier fuerza autonómica, pues de otro modo y debido al excesivo centralismo es complicado defender los intereses territoriales. Los partidos nacionalistas de Euskadi y Catalunya tienen bien aprendida esa lección y son alumnos aventajados en esas lides. Teresa Rodríguez en Andalucía quiso llevarlo a la práctica con Adelante Andalucía pero fracasó en el intento de poner pica en Madrid.
En este punto, cabe preguntarse qué sentido tiene unirse solo en los territorios en los que se percibe que es la única posibilidad de obtener representación, mientras que prescinden de la unión cuando se ven fuertes yendo en solitario. Este oportunismo político no promete nada bueno porque, en el fondo, carece de credibilidad. Sin proyecto compartido –y eso se ha roto en mil pedazos por la cerrazón de ambas direcciones nacionales- que respalde los territoriales, las propuestas terminan difuminándose.
Forjar uniones a golpe de elección, condicionados por la posibilidad de éxito y no por un proyecto común, termina derivando en que el golpe te lo pegan las urnas. Y ese batacazo no hay elecciones europeas que lo sanen.
(Artículo en Público)
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