¿Cuánta sangre derramada precisa Europa?
Más de 31.000 personas asesinadas –tres cuartas partes de ellas mujeres y niños y niñas- y cerca de 73.400 heridas no son le bastan a la Unión Europea (UE) para determinar si Israel está violando los derechos humanos. La hambruna a la que está sometiendo Benjamin Netanyahu a la población gazatí, poniendo a cerca de 700.000 personas en riesgo y con menores muertos de inanición, tampoco parece hacer mella en la Europa de los 27, cuyo doble rasero moral la sitúa al lado del mal.
Resulta absolutamente inaudito que tras meses de genocidio por parte de Israel, en los que se han sucedido las imágenes de matanzas a sangre fría contra población civil desarmadas que acude a recoger ayuda humanitaria, todavía sea necesaria una reunión de los ministros Asuntos Exteriores para sondear si Tel Aviv está violando los derechos humanos. De ser así, el Acuerdo de Asociación que entró en vigor en el año 2000 entre la UE e Israel podría enfrentarse a una suspensión al incumplir una de sus cláusulas.
Hace más de un mes que España e Irlanda reclamaron por carta adoptar esa medida, pero no ha corrido la suficiente sangre en Gaza para que siquiera se conteste a la misiva. El principal socio comercial de Israel es Europa y, a pesar de contar con esa baza para presionar a Netanyahu y detener el genocidio, Bruselas se resiste a ello. Más allá de palabrería barata y por lo general equidistante, tan sólo se han puesto encima de la mesa sanciones a un grupúsculo de colonos israelíes, pero no a Tel Aviv, cuya masacre está sobradamente documentada.
Incluso, en el caso de España, que muchas voces la sitúan a la vanguardia de la decencia europea, la doble moral e hipocresía ha sido absoluta, reclamando la suspensión del Acuerdo de Asociación al tiempo que continuaba vendiendo armas a Israel, con José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, mintiendo a la ciudadanía.
Revuelve el estómago escuchar al canciller alemán, Olaf Scholz, decir que “no podemos quedarnos impasibles mientras los palestinos corren el riesgo de morir de hambre” –ya están muriendo, de hecho-, mientras Alemania es uno de los países que rechaza imponer sanciones a Israel. En ese escenario, Netanyahu se crece y se pavonea asegurando que las presiones internacionales no detendrán la guerra en Gaza. ¿Qué presiones? Desde el pasado mes de octubre, Israel ha actuado con total impunidad, asesinando a sangre fría y cometiendo crímenes de lesa humanidad.
El 85% de la población gazatí se ha visto desplazada y más del 60% de la infraestructura de la Franja de Gaza está dañada o destrozada. Lo practicado por Netanyahu es un genocidio de manual, centrando sus ataques en mujeres y menores y arrasando con cualquier posibilidad de reconstrucción; en su mente, no hay lugar para la paz, solo para la aniquilación.
Entretanto, las miradas de los 27 se dirigen a Rusia, reclamando el fortalecimiento de los ejércitos europeos ante visiones de horror por la extensión de la guerra de Ucrania. Cada vez más se suceden los discursos a favor del rearme, de incrementar exponencialmente el gasto militar sin que se perciba un refuerzo parejo de la diplomacia. La sombra de una III Guerra Mundial tan solo parece vislumbrarse al otro lado del Mar Negro, mientras a pie del Mediterráneo se comete un genocidio. La Historia y las consecuencias de sus actos le pasarán por encima a Europa.
(Artículo en Público)
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