El asesinato de los cooperantes de WCK delata diferentes raseros
El asesinato premeditado de los cooperantes de la ONG de World Central Kitchen (WCK) por parte de Israel, ha despertado una indignación mundial. No es lo único que ha sacado a la luz, también ha evidenciado la peor condición humana en redes sociales: el ensañamiento con el chef José Andrés por sus críticas a la entonces ministra Ione Belarra cuando ésta calificó de genocida el proceder israelí ha dejado en un segundo plano la tragedia en Gaza. Ha primado la revancha política en un momento en el que había que demostrar mayor calidad humana. No ha sido así.
Miente el gobierno de Netanyahu cuando asegura que el asesinato de los siete cooperantes fue un accidente. Hasta en tres ocasiones fueron bombardeados, incluso con cambio de vehículos, a pesar de haber detallado de antemano el horario y recorrido que seguirían los coches perfectamente identificados. Nadie se puede creer ya a Israel, que ha saltado de mentira en mentira para justificar el genocidio que está llevando a cabo.
Esta nueva masacre parece haber calado más que otros asesinatos. Ya no me refiero -que también- a los más de 32.000 civiles bombardeados por Israel, la mayor parte mujeres y niños y niñas, sino a los centenares de cooperantes de entidades como la UNRWA y de periodistas. Tal y como firma Ana Pardo de Vera en Público, tienen que morir ilustres en Gaza para que se suba el tono internacional. El tono, porque los hechos continúan sin llegar, viendo cómo un cada vez más electoralista Joe Biden compagina sus críticas a Netanyahu con su suministro de armas.
Del mismo modo y bajando a ras de suelo, la revancha política que se vive en redes sociales contra José Andrés es lamentable. Cuando una semana después de los atentados de Hamás, el pasado mes de octubre, el chef arremetió contra Belarra, llegando incluso a decir que no merecía ser ministra, es evidente que se equivocó. Esa semana bastó para comprobar cómo Israel se proponía exterminar a la población palestina. El tiempo y la masacre en Gaza ha ido confirmando lo que entonces no supo ver el líder de WCK. El hecho de que la ONG de José Andrés fuera la que, junto a Open Arms, llevara toneladas de comida a Gaza así lo demuestra.
No parece, pues, que haya sido necesario el asesinato de sus siete compañeros de WCK para darse cuenta de los crímenes de lesa humanidad que está cometiendo Israel en Gaza. Ante una tragedia de tal dimensión, es lamentable comprobar cómo prima la revancha política, cómo parece importar más cobrarse facturas pasadas que arropar y unirse contra el genocida. Recordar cuán equivocado estuvo el cocinero en octubre es lógico, pero cebarse con él no. Lo reflejado ayer en las redes sociales volvió a evidenciar que irrita más la crítica política a un miembro de Podemos que el hecho en sí por el que se critica, es decir, ayer no fueron pocos los mensajes que reclamaban, incluso, una disculpa a Belarra, dejando al margen el asesinato de los cooperantes.
La situación requiere estar por encima de eso. El justificado recordatorio de la hemeroteca a José Andrés no puede estar por encima del apoyo y la solidaridad, y lo estuvo; del mismo modo que el Norte global ha de dejar de medir con diferente rasero a las víctimas occidentales de las que no lo son. No dice mucho de quienes se supone que han de contribuir, cada uno en las medidas de sus posibilidades, a poner fin al genocidio.
Sin comentarios