El independentismo se estrella en Catalunya

Las elecciones catalanas han mandado un mensaje claro al independentismo: no es prioritario. El bloque independentista pierde en votos y escaños por primera vez en 46 años y, a pesar de ello, Carles Puigdemont (Junts) ignora lo que Catalunya desea mayoritariamente y ya ha deslizado su deseo de querer gobernar, para lo que jugará la baza nacional transformando la negociación en chantaje. Pese al holgado triunfo del PSC de Salvador Illa, la otra noticia es el retroceso generalizado de la izquierda en el Parlament, donde ahora habrá presencia de dos formaciones de extrema derecha.

Mal que le pese al PP, la estrategia desplegada por Pedro Sánchez para desactivar el independentismo ha funcionado. Illa se alza como ganador, aunque conformar gobierno no resulte tarea sencilla. Para ello, necesitará del apoyo de ERC y Comuns Sumar, aun lamiéndose las heridas por los malos resultados obtenidos. 

En su primera valoración, Pere Aragonès descarta la posibilidad de un tripartito, situando a ERC en la oposición. Sin embargo, este movimiento sería una grave irresponsabilidad pues le haría el juego a Junts, bloqueando la gobernabilidad y dando la espalda a lo que la sociedad catalana ha elegido. Si ERC pretende rearmarse en una Catalunya en la que la derecha más retrógrada se ha rearmado no parece que hacerle el caldo gordo a Puigdemont sea la mejor manera de hacerlo.

Con unos resultados que dan algo de oxígeno a Feijóo -aunque el PP vuelve a quedar relegada como cuarta fuerza política-, lo cierto es que no terminan de convencer, pues básicamente ha reabsorbido parcialmente al desaparecido Ciudadanos, sin arañar votos a Vox pese a los mensajes fascistoides que ha lanzado Feijóo. Este nuevo giro del PP a la extrema derecha con su discurso falaz y xenófobo ha servido para dar alas al fascismo, tendiendo la alfombra roja a Aliança Catalana. Se confirma de nuevo que imitar la narrativa fascista termina dando alas a los ultras. 

Resulta inevitable mirar a la política nacional y cómo ésta se verá afectada por lo sucedido en Catalunya. Antes de comenzar a ver claramente este reflejo, llegan las elecciones europeas en las que el voto tiene características únicas: además de movernos en una circunscripción única -lo que perjudica al bipartidismo PP-PSOE-, el voto se habría de perfilar con otras consideraciones distintas a la política nacional, castigando, por ejemplo, a las formaciones que desde Bruselas están  mercantilizando con los derechos humanos en nuestra política exterior. Veremos si el fantasma del fascismo que sobrevuela Europa termina posándose en el Europarlamento.

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