Violencia impune, fango a raudales
Iglesias y Montero llegaban al juicio contra Miguel Frontera, el hombre que personifica el acoso al que la esta familia -incluidos sus hijos- sometidos durante meses cuando formaban parte del gobierno democráticamente elegido. Entonces, como recordaba la periodista Silvia Intxaurrondo, no fueron pocos los medios de comunicación y generadores de contenido que propagaron bulos, contribuyendo a la violencia contra el vicepresidente y la ministra.
Fue necesario reforzar la escolta y situar a Guardia Civil en las inmediaciones de la vivienda, lo que no impidió que el acusado Frontera grabara, incluso, imágenes de los menores. Aquella tibieza en la respuesta es, en parte, lo que propiciado los posteriores asedios a las sedes socialistas y el "fango" del que ahora no cesa de hablar Pedro Sánchez. Las continuas amenazas y el acoso que sufrieron Iglesias y Montero en ningún momento fue tomada con la consideración que merecía por parte del PSOE, mucho menos por el PP, que incluso contribuyó a echar gasolina a la pira.
Todo lo sucedido después es fruto de aquella laxitud. La impunidad con que se acosó, amenazó e intimidó a dos autoridades del Estado ha servido para que tiempo después quienes no creen en la democracia se sientan fortalecidos para hacer habitual la violencia en las calles contra nuestros representantes políticos, para que el tono en el Congreso y la derecha mediática se desaten en agravios e improperios indignos de una democracia.
Mientras quienes aún creemos que España puede tomar las riendas de su democracia y sacudirse a quienes la amenazan, lo cierto es que ayer volvimos a ver signos de que poco ha cambiado la situación respecto a los meses de acoso a Iglesias y Montero: nuevos insultos, incluso amenazas, y ni una sola identificación por parte de las Fuerzas del Orden. Da que pensar. Y nada bueno, pero en espera de que la pena contra Frontera sea ejemplar para mandar un recado claro, es importante no desfallecer porque los enemigos de la democracia juegan al desgaste, no sólo de nuestros pilares de convivencia e igualdad, sino de nosotrxs mismxs. No lo permitamos.
El problema es que no podemos tomar las riendas de una democracia que no es tal
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