Europa se pega un tiro en el pie con su guerra arancelaria

China acaba de anunciar que abre una investigación contra las importaciones de cerdo de la Unión Europa (UE). La medida, claro está, afecta directamente a España, convertida en el exportador mundial de carne porcina. La acción de Pekín no es casual, es consecuencia de la guerra arancelaria que ha abierto Bruselas contra el coche eléctrico chino. Ha sucedido lo que cualquiera sabe que pasaría: que Europa siempre pierde contra China en una guerra arancelaria. Siempre.

Los lumbreras de Bruselas la han vuelto a pifiar. Para tapar su deficiente gestión han vuelto a tirar de guerra arancelaria, espacio en el que el poderío del mercado chino siempre tiene todas las de ganar. Mientras desde la UE atribuyen la poca competitividad del coche eléctrico europeo al doping financiador que hace el gobierno chino de su industria, en lugar de resolverlo con medidas similares, ataca al mercado poniendo zancadillas. 

El problema es que los propios informes internos de la Comisión Europea diagnostican que el mercado único -que en lo digital y de transición energética sigue siendo un espejismo- está profundamente infrafinanciado. Recientemente y con motivo de las pasadas elecciones europeas, tuve ocasión de publicar un análisis en Computerworld sobre los desafíos tecnológicos de Europa. En él hago referencia a dos informes: el demoledor documento Mucho más que un mercado elaborado por el político italiano Enrico Letta, actual presidente del Instituto Jacques Delors, que deja en evidencia la debilidad del Mercado Digital Único; y el ‘Informe Draghi’ sobre la competitividad europea que está a punto de publicar Mario Draghi, pero del que ya ha deslizado algunas conclusiones. 

En ambos casos, advierten del déficit de financiación público-privada. Solo en el campo de las telecomunicaciones, que no es precisamente uno de los grandes olvidados, el año pasado, la Asociación Europea de Operadores de Telecomunicaciones (ETNO) cifró la infrafinanciación en 174.000 millones de euros de aquí a 2030 en infraestructuras, lo que podría dejar sin banda ancha a 45 millones de personas en la UE.

No se ha hecho bien el trabajo y ahora Bruselas quiere tomar atajos poniendo palos en las ruedas a quien sí se ha volcado con su industria tecnológica. China tiene la sartén cogida por el mango, no sólo por movimientos como los que ha realizado con la carne de cerdo, sino por su dominio sobre las tierras raras o por la dependencia que sufre la cadena de suministro de Europa de la industria china. El movimiento de la UE ha sido tan temerario como estúpido.

No hay mal que por bien...

Asumida la ineptitud de Bruselas, podríamos consolarnos con no hay mal que por bien no venga en 'la guerra del cerdo'. España se ha convertido en el principal exportador de esta carne y, con ello, en receptor de toda la contaminación asociada a esta industria. Los más de 9.000 millones de euros que mueve este negocio es un regalo envenenado. Detrás de las casi 340.000 toneladas de productos porcinos que sólo durante el primer trimestre de este año ha exportado España -con China como principal receptor- dejan tras de sí una terrible impacto medio ambiental. 

Y es que las mayores perjudicadas de la guerra arancelaria porcina son las macrogranjas, que no sólo están en el punto de mira por su maltrato animal, sino por cómo destrozan nuestros ecosistemas. Cantabria ilustra a la perfección como huir del modelo de las macrogranjas y disfrutar de un ecosistema más sano, más limpio, con el agua menos contaminada. Y, de nuevo, la inacción europea, que pese a confirmar lo negativo de las macrogranjas, no toma medidas serias. Esta guerra arancelaria podría hacer menos atractivo el negocio de ganadería intensiva y, con ello, ganaríamos una mejora de nuestro medio ambiente.

España no precisa tener más cerdos que personas. Los tiene. Así que quizás y dado que un cerdo se puede criar en cualquier ámbito, quienes quieran consumir su carne que los críen, pero que no conviertan a España en el estercolero mundial.

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