Triunfa la narrativa fascista

  

Las encuestas se han cumplido y el fascismo sube en todos los países europeos tras las elecciones, pasando de la sacudida al estallido en países como Francia o Bélgica, donde Emmanuel Macron anunció elecciones legislativas y Alexander De Croo dimitió. En España se impone el PP, aunque muy lejos de sus expectativas iniciales. La extrema- derecha avanza en nuestro país mientras la izquierda retrocede en unas elecciones en las que no votó ni la mitad del electorado. No tardarán en llegar lamentos.

El crecimiento del fascismo se produce en España. No sólo es que Vox suba y Se Acabó la Fiesta  (SALF) de Alvise Pérez se cuele con tres eurodiputados, es que la victoria del PP se materializa sustentada, en parte, en una narrativa que intenta clonar a la extrema derecha. Ni siquiera saber que las encuestas barruntaban estos resultados ha bastado para movilizar al electorado de izquierda: la abstención ha superado el 50%, lo que es un fracaso democrático que resta representatividad de facto -que no de iure- a los 61 eurodiputados y eurodiputadas españolas. 

En Ferraz respiran con el resultado obtenido tras la remontada final, recortando ampliamente la ventaja inicial que todas las encuestas otorgaban al PP y vendía Alberto Núñez Feijóo hasta convertir unas elecciones europeas en un plebiscito contra Pedro Sánchez. En Génova se muestran más satisfechos de lo que realmente están y es lógico puesto no quieren pinchar el globo de su electorado, aunque una diferencia de tan sólo dos escaños respecto a los socialistas queda muy lejos del resultado esperado, que busca un efecto Le Pen.

La lectura más desoladora se encuentra a la izquierda, donde Sumar fracasa con un mal resultado y Podemos sufre la enésima debacle electoral consecutiva. Mientras desde el proyecto de Yolanda Díaz se asume que el resultado de tres escaños es malo, en Podemos continúan siendo incapaces de asumir cualquier tipo de responsabilidad y muestran satisfacción. Caer cuatro escaños no parece encender sus luces de alarma e, incluso, en redes sociales se habla de "resurrección". Con apenas 500.000 votos frente a los más de 800.000 de SALF, recurrir al mantra del escaso apoyo mediático ya no funciona pues el partido de Alvise no ha disfrutado de soporte alguno.

Más preocupante aún es el hasta ahora proyecto fallido de Sumar, en el que el gran damnificado es Izquierda Unida (IU) que se queda fuera de Europa. El proyecto ya no solo da síntomas tempranos, es que la enfermedad comienza a dar la cara con toda su crudeza y es preciso reaccionar. Admitir el mal resultado ya es más de lo que hace Podemos, pero ni de lejos suficiente. Hay que enderezar el rumbo y aplicar tratamiento cuando antes. El varapalo para IU es colosal, con Manu Pineda sin revalidar escaño en Bruselas, a pesar de ser uno de los principales activos de la formación en Europa. De hecho, junto a la cabeza de lista Estrella Galán, ha sido quien ha tirado del carro de la campaña de Sumar. Con el actual panorama en la izquierda resultará complicado detener el avance de la extrema derecha en las próximas elecciones generales. 

El resultado de estos comicios europeos es una muy mala noticia para los colectivos más desfavorecidos, cuyo futuro es hoy más oscuro de lo que ya lo era con una Unión Europea (UE) que dejaba mucho que desear en defensa de los derechos humanos. No podemos hablar de fracaso colectivo porque una parte de la ciudadanía, la que sí ha votado, ha intentado frenar el fascismo. No se puede decir lo mismo de quienes no acudieron a las urnas y tendieron la alfombra roja a los ultras. La situación empeorará en noviembre, con la presumible victoria de Donald Trump en EEUU. Se avecinan tiempos oscuros y no hay lugar para la resiliencia, lo que se impone es luchar democráticamente para impedir que los derechos fundamentales decaigan.

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