Los centros de datos impulsan el renacimiento nuclear

NuScale
La elevada demanda de energía derivada de la supercomputación, con los exigentes requerimientos de la Inteligencia Artificial (IA) o la minería de criptomonedas como dos de sus máximos exponentes, está llevando a las compañías con grandes centros de procesamiento de datos a buscar fuentes de energía alternativas. Durante los últimos años empresas como Google, Amazon, Microsoft… se jactaban de que alcanzarían el 100% de energía verde, esto es, procedente de renovables. Su discurso ahora ha cambiado, mirando a la energía nuclear con la implantación de los denominados reactores nucleares modulares (SMR por sus siglas en inglés). ¿Es realmente verde esta energía?

A medida que se avanza en la descarbonización y crece la demanda eléctrica, se escuchan más voces tratando de resucitar la apuesta por las grandes centrales nucleares. De una manera más discreta, con un perfil bajo, la industria se deja seducir por los SMR. Se trata de reactores nucleares de menos de 300 megavatios eléctricos (MWe), es decir, mucho más pequeños que las centrales nucleares convencionales de gran tamaño que superan los 1000 MWe. Compañías como Toshiba y Rolls Royce han visto una vía adicional de ingresos en la fabricación de estos reactores.

El pasado mes de octubre conocíamos que Google había encargado seis de estos reactores a la compañía Kairos Power para disponer de 500 megavatios de energía.  No es una excepción, puesto que Microsoft también ha suscrito un acuerdo similar por 20 años con Constellation Energy y Amazon con X-energy, y los gobiernos también están mirando con buenos ojos esta fuente de energía alternativa. Del mismo modo que el Departamento de Energía de EEUU ha invertido alrededor de 300 millones de dólares en el proyecto Hermes de Kairos, a principios de año la Comisión Europea (CE) anunció la creación de una alianza empresarial para acelerar el desarrollo y despliegue de estos SMR y el mismo Banco Europeo de Inversiones (BEI) ya se ha mostrado favorable a apoyar el I+D de estos SRM. La CE seguía, en realidad, los pasos lógicos después de que el Parlamento Europeo elaborara en diciembre un informe sobre SRM convertido en toda una oda a este tipo de reactores nucleares, pese a admitir las muchas incertidumbres (económicas, de seguridad, jurídicas…) que todavía suscitan. De otro modo, Bruselas se ve incapaz de alcanzar el objetivo de neutralidad energética, marcado para 2050.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La Universidad de Stanford publicó hace dos años los resultados de una investigación que advertía que la mayoría de los diseños de SMR estudiados aumentaban el volumen de residuos nucleares que se deben gestionar y eliminar. La investigación llamaba la atención sobre cómo quienes defienden las bondades de estos reactores en materia de generación limpia de energía y costes, apenas incidían en los recursos necesarios para almacenar, envasar y eliminar el combustible consumido y otros residuos radiactivos. Incluso en el informe del Europarlamento, la literatura destinada a las bondades de los SMR supera con mucho a la referida a aspectos como la gestión de residuos, quedando como meros enunciados.

Asimismo, otra de las grandes preocupaciones que exponía aquella investigación era la del aumento de la fuga de neutrones. ¿En qué consiste? Para producirse energía nuclear es preciso que un neutrón se divida un átomo de uranio en el reactor, lo que genera más neutrones que a su vez dividen otros átomos de uranio, provocando la reacción en cadena. Sin embargo, algunos de estos neutrones escapan del núcleo (se fugan) y, al chocar con otros materiales estructurales circundantes, como acero y hormigón, los ‘activan’ a nivel de radioactividad.

Otro de los riesgos asociados a la proliferación de estos reactores modulares viene asociado al terrorismo. ¿Se podría construir una bomba con unos pocos cientos de kilogramos del uranio que se emplea en los SMR aunque no esté enriquecido? Se podría y, de hecho, así lo indicaron en un artículo publicado en Science científicos de la talla de Edwin Lyman, director de seguridad de energía nuclear en Union of Concerned Scientists (Washington DC), y el físico Richard Garwin, quien dirigió el diseño de la primera bomba de hidrógeno.

Por otro lado, el Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA) ha publicado este año un estudio en el que afirma que los reactores modulares todavía son demasiado caros y entrañan demasiados riesgos. Entre estos riesgos, figura el bautizado como ‘el problema Boeing’, llamado así por los problemas de diseño en su 787 Dreamliner o, más recientemente, en su avión 737 MAX, provocando dos años y la paralización de la flota durante años. La producción en cadena y estandarizada de un SMR que contuviera un problema de estas características podrían dar lugar a apagones prolongados y muy costosos, tanto como su reparación y cambio de diseño.

Además, añade, el proceso de construcción de una infraestructura de estas características lleva mucho tiempo. Según indica, mientras algunas compañías del sector como Westinghouse, X-Energy y NuScale afirman que podrán construir sus SMR en un plazo de 36 a 48 meses, otras más ambiciosas como GE-Hitachi lo reducen a 24 meses. Asimismo, otra inquietud de los autores del estudio de IEEFA se concreta en el coste de oportunidad asociado a estas nuevas iniciativas nucleares. Desde su punto de vista, el gasto que ya se está percibiendo en esta industria afectará muy negativamente a la inversión en renovables, ‘arrebatándoles’ dinero que podría destinarse al I+D de estas energías limpias. 

(Artículo en Público)

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