El peligro de las apps de salud mental
Uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún tipo de trastorno mental. El suicidio, de hecho, es la tercera causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años. Son datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que alerta que cualquier trastorno de salud mental no tratado en la adolescencia pasará factura en la edad adulta. ¿Pueden ayudar las aplicaciones móviles (apps) a combatir esta situación? Pueden, pero hasta ahora han hecho más daño que bien.
Las tasas de mala salud mental en los jóvenes de 14 a 24 años están desbocadas. Cada vez más se identifican cuadros tempranos de depresión y ansiedad que pueden tener un impacto negativo a largo plazo. Por este motivo, reforzar la Sanidad Pública en este campo es una prioridad, así como explorar nuevas vías que refuercen la atención asistencial.
En este sentido, las aplicaciones móviles se han convertido en objeto de estudio como un elemento más con el que reforzar la atención que se dispensa. A fin de cuentas, los teléfonos son dispositivos masivamente utilizados –demasiado, de hecho- que prácticamente siempre portan las personas. Quizás por ello, una suerte de oportunistas se han querido enriquecer en un segmento profundamente desregulado y en la actualidad existen más de 10.000 apps de salud mental, de las cuales muy pocas cuentan con una base sólida respaldada por ensayos controlados.
Ahora, un grupo de diferentes universidades europeas acaba de publicar el que podría ser el primer ensayo definitivo, totalmente potenciado, de aplicaciones para prevenir la depresión en jóvenes en múltiples países e idiomas. Se trata de Competencia Emocional para el Bienestar en los Jóvenes (ECoWeB, por su acrónimo en inglés), que persigue investigar rigurosamente el efecto de las aplicaciones de teléfonos móviles para la prevención de la depresión en jóvenes. Complementando este estudio, también se desarrolla en paralelo el ensayo ECoWeB PROMOTE, que investiga enfoques combinados de prevención o promoción en jóvenes con las mismas intervenciones.
Según destacan los autores y autoras de la investigación, los ensayos anteriores han utilizado aplicaciones que no se han desarrollado sobre principios de tratamiento cognitivo conductual establecidos, han tenido tamaños de muestra pequeños (menos de 100 participantes por grupo) o han tenido seguimientos a corto plazo y no han examinado los efectos en varios países ni en jóvenes específicamente. ECoWeB ha querido resolver esta problemática.
Esta investigación, en cambio, ha confrontado una aplicación de competencia emocional personalizada frente a una aplicación de autoayuda de terapia cognitivo-conductual (TCC) y una aplicación de autocontrol para prevenir un aumento de los síntomas de depresión en los jóvenes. Los resultados del estudio, financiado por la Comisión Europea y publicado en The Lancet, están basados jóvenes de 16 y 22 años de Reino Unido, Alemania, España y Bélgica, reclutados de escuelas, universidades y redes sociales de estos países.
Este ensayo es el primer estudio que incluye una adaptación personalizada del contenido y una intervención basada en principios de competencia emocional. En contra de lo que inicialmente pensaban los expertos que sucedería, la aplicación de esa competencia emocional no mostró beneficios en comparación con la aplicación de TCC o la aplicación de automonitoreo.
Sin embargo, sí que se han percibido los beneficios de la aplicación de TCC en el caso de jóvenes con más preocupación o evaluaciones negativas, consiguiendo retrasar la aparición de los síntomas de depresión y su aumento. En líneas generales, el estudio concluyó que las aplicaciones de autoayuda para teléfonos móviles que utilizan principios de TCC bien establecidos y basados en evidencia podrían ser intervenciones de salud mental pública asequibles y escalables para los jóvenes.
Este es el punto más destacado: es prioritario evaluar, como ha hecho este estudio, y regular las miles de apps del mercado que, con una falsa apariencia de rigurosidad médica, terminan siendo perjudiciales, bien porque exacerban los trastornos o porque retrasan el acceso a una ayuda profesional realmente efectiva.
Por otro lado, el mundo de las apps está plagado de oportunistas avariciosos que, además de no reportar el bien psicológico que venden, mercantiliza con los problemas mentales de las personas. Así lo puso de manifiesto el año pasado la Fundación Mozilla cuando descubrió que de las 32 aplicaciones móviles líderes en salud mental que había estudiado, 19 no protegían la privacidad y la seguridad del usuario o la usuaria. Con demasiada frecuencia estas plataformas digitales, cuyo número se ha disparado increíblemente desde la pandemia, comercian con terceros con datos personales.
Otro reciente estudio publicado en Nature sostiene que la atención híbrida en la salud mental, es decir, presencial y mediantes herramientas digitales no sólo es imparable, sino que va en aumento. Este tipo de aplicaciones, al igual que el uso de la Inteligencia Artificial (IA) para, por ejemplo, tratar de identificar a tiempo síntomas de ideación o conductas suicidas, pueden ser muy útiles bajo la supervisión de un profesional, algo muy distinto de quienes buscan hacer negocio con personas vulnerables que busca el auxilio en la soledad de una app.
(Artículo en Público)
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