El PSOE andaluz renuncia a su renovación

 PSOE

Juan Espadas renuncia a liderar el PSOE andaluz (PSOE-A). En apenas quince días ha pasado de solicitar más tiempo para poner en práctica su proyecto a apearse de las primarias socialistas. La cuestión no es tanto qué ha propiciado el cambio como quién: María Jesús Montero, que en otro giro argumental, se desdice y da un paso adelante para liderar a la mayor federación socialista del país. Estratégica y tácticamente, puede ser un grave error para el PSOE que construye Pedro Sánchez.

Espadas ha terminado rindiéndose a la evidencia: no cuenta con los apoyos necesarios para construir la oposición que precisa el PSOE si pretende desalojar a Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) del Palacio de San Telmo en 2026. Haber seguido sin el respaldo del aparato del partido era temerario; hacerlo, además, sin que ni siquiera la mayor parte de la militancia lo avalara era políticamente suicida. Sus manifestaciones afirmando antes de Nochebuena que mantenía su candidatura a las primarias del PSOE-A respondían más a un deseo que a una reflexión. Finalmente, se ha impuesto la segunda.

La retirada de Espadas descomprime la olla a presión en que se ha convertido el PSOE-A, cuyos últimos resultados electorales están muy lejos de lo necesario para construir una base autonómica sólida que sostenga al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Sin embargo, el reemplazo escogido para Espadas quizás no es la mejor opción. Montero encaja a la perfección con la estrategia de Sánchez de poner a ministros y ministras fieles al frente de las federaciones, pero Andalucía no es cualquier federación.

La designación de Montero como secretaria general del PSOE-A puede tener efectos contraproducentes para los socialistas. La vicepresidenta despierta tantos odios como pasiones y, definitivamente, traslada directamente a Andalucía la crispación que acarrea el Ejecutivo de Sánchez. Con Montero al frente del PSOE-A, es imposible desligar de Andalucía la confrontación con el Gobierno de España, máxime cuando además ella es responsable de la financiación autonómica, insuficiente en el caso andaluz.

Desde el PP, antes incluso del anuncio oficial de la candidatura de Montero, se han aferrado a este hilo argumental, exigiendo a la vicepresidenta que escoja entre sus responsabilidades ministeriales y el liderazgo del PSOE-A. En cierto modo, no les falta razón al exponer como deseable que se evite el solapamiento de ambos cargos, pero quizás debieran predicar antes con el ejemplo y no caer en esa dualidad de funciones que pueden terminar por retroalimentarse/canibalizarse. En el caso de los populares, incluso, simultanean Administraciones, como alcaldías y diputaciones, aprovechando recursos públicos con fines claramente partidistas.

Por otro lado, al inconveniente de trasladar la crispación nacional a Andalucía –con la financiación singular para Catalunya como arma arrojadiza-, la designación de Montero como secretaria general del PSOE-A trae aparejado otro inconveniente: el techo de cristal en la federación andaluza y el mensaje implícito de incapacidad de renovación. La vicepresidenta forma parte de la vieja guardia socialista y personifica el PSOE-A que adoquinó las escaleras que bajaron al partido a los infiernos.

A pesar de que insignes socialistas como Manuel Chaves han compartido su convicción de que hay una nueva generación en el partido que posiblemente tiene sus ideas de cómo hay que hacer la política y las cosas que hay que hacer”, se le cierra el paso. La regeneración del PSOE-A se esfuma, por mucho que Montero hable de candidatura de consenso. Tampoco el catedrático de la Universidad de Sevilla, Luis Ángel Hierro, que ya intentó liderar la federación andaluza en 2021, encarna esa renovación.

Nombres como Juan Francisco Serrano, actual secretario adjunto de Organización de la Ejecutiva federal, podrían haber inyectado esa savia joven que demanda el PSOE-A. Sin embargo, el jienense ha terminado por ser un activo tóxico por el mal hacer del jefe de fontanería de Ferraz, Santos Cerdán. Había muchas maneras de deslizar esa candidatura y el secretario de Organización del PSOE optó por la peor de todas, generando malestar en la militancia que, pese a ser diputado por Jaén, ven en Serrano un dedazo de Ferraz.

Serrano podría haber aunado todo cuanto desea Sánchez: por un lado, la ansiada renovación del PSOE-A, ese soplo de aire fresco que demanda el electorado andaluz; y por otro, otra federación atada en corto que no rechiste las decisiones que se toman en Madrid. Bastaba saber hacerlo con discreción y algo de disimulo, pero los movimientos han sido tan torpes que, finalmente, se ha optado por irrumpir como un elefante en una cacharrería, pues eso representa la candidatura de Montero.

En menos de dos años se celebrarán nuevas elecciones en Andalucía, un año antes de las generales si, claro está, Sánchez es capaz de agotar legislatura. Al presidente le gusta hacer malabares con fuego, pero entre chamuscarse el flequillo y quemarse a lo bonzo tan solo hay un movimiento en falso.

(Artículo en Público)

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