Make bitcoin great again
Las criptomonedas viven un momento dulce con máximos históricos espoleados por las promesas de Donald Trump y su cohorte de millonarios del Silicon Valley. Sin embargo, la realidad es tozuda y demuestra que 16 años después de su creación, comprar conbitcóins en alguna de las grandes plataformas de comercio electrónico es imposible, casi tanto como pagar un simple café.
La Administración Biden pretendió atar en corto a las criptomonedas y, en plena precampaña, Trump olvidó sus encendidas críticas del pasado y agitó el avispero compartiendo su deseo de que EEUU se convirtiera en la "capital mundial de las criptomonedas”, apostando por construir una reserva estratégica de bitcóin. Detrás de aquel populismo no había más que un interés por hacerse con el apoyo de los llamados criptobros y lucrarse a corto plazo; no en vano el propio Trump cuenta, junto con sus dos hijos mayores, con su propia iniciativa de criptomonedas: World Liberty Financial. El lema de campaña Make America great again muta a Make bitcoin great again. Tanto es así, que apenas unos días antes de su investidura el republicano ha lanzado su propia criptomoneda, los memecoins (conocidos también como $TRUMP), cuyo volumen de operaciones, pese a las oscilaciones de valor, alcanzó los 42.200 millones de dólares en sus primeras 24 horas.
Misión cumplida: prácticamente la mitad de las donaciones corporativas a Trump en campaña llegaron por esta vía, aumentando las ya de por sí anónimas e ilimitadas donaciones electorales en EEUU. Sin embargo, las posibilidades de que desde Washington de veras se impulse el bitcóin creando una reserva federal es improbable… tanto como que Elon Musk, el nuevo responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), vaya a conseguir los prometidos ahorros en el presupuesto “de al menos dos billones de dólares”. Palabrería de vendedores de crecepelo.
Trump, que es más hombre de negocios que mandatario, en el fondo no está dispuesto a socavar el estatus del dólar, que es precisamente lo que sucedería si extiende la que todavía a día de hoy es minoritaria ‘fiebre cripto’. El dólar ya está perdiendo cierto lustre debido al creciente déficit presupuestario que arrastra EEUU; la alternativa del bitcóin sería la estocada definitiva. Hasta la fecha, la reserva federal ha ido imprimiendo más dólares para afrontar los gastos en este marco de déficit, pero si en lugar de dólares la divisa fuera el bitcóin, ¿qué se hace? No hay imprenta para eso, pues si algo es por definición el bitcóin es incontrolable, razón de su extremada volatilidad.
Los desvaríos monetarios de Trump, Musk y el resto de criptobros conforman la crónica de una muerte anunciada con nombre propio: El Salvador. La experiencia de este país en 2021 convirtiendo el bitcóin en moneda de curso legal ha sido un fiasco. Hace tres años que se veía venir, considerando además la opacidad de la política monetaria del país. En casi cuatro años, la población salvadoreña mayoritariamente ha dado la espalda al bitcóin y ha seguido utilizando la otra moneda de curso legal, curiosamente, el dólar estadounidense que las promesas de Trump desdeñan.
El pasado mes de diciembre, el presidente Nayib Bukele –corista de Trump y Musk- se veía obligado a firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para establecer un programa de préstamos de 1.400 millones de dólares. Aún pendiente de aprobación del Directorio Ejecutivo del FMI, el organismo internacional imponía una serie de condiciones, como que la aceptación de bitcóin por el sector privado sea voluntaria y la limitación del sector público en actividades relacionadas con esta criptomoneda. En cierto modo, El Salvador vuelve al redil financiero y los pomposos planes de establecer una Bitcóin City se han esfumado.
La intención de conseguir estos préstamos se remontan a 2021, tal y como admitió el entonces ministro de Hacienda, Alejandro Zelaya. Cuatro años después –los mismos que hace que adoptó el bitcóin-, El Salvador continúa precisando de esta inyección económica. Ya en 2022, el FMI encendía las alarmas advirtiendo de los riesgos que entrañaba adoptar la criptomoneda como moneda de curso legal.
A pesar de la fanfarria que se sigue gastando el dictador salvadoreño con la subida del bitcóin –algunas informaciones apuntan a que sus reservas son de cerca de 6.000 bitcóins, unos 595 millones al precio actual-, la situación económica del país es tal que tras el acuerdo con el FMI no sólo se espera obtener esos 1.400 millones en préstamos, sino también desbloquear la financiación combinada de 3.500 millones de dólares del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros bancos regionales de desarrollo.
Por mucho que Bukele quiera llegar a una reserva de 20.000 bitcóins y que ahora haya anunciado su intención de instalar nodos bitcóin en cada hogar, su plan no está funcionado. De hecho, esta ocurrencia de los nodos, esto es, ordenadores que ejecutan colectivamente el software blockchain de las criptomonedas, está abocada al fracaso dados los escasos conocimientos al respecto, la falta de infraestructuras y el consumo de energía que demanda. Otras iniciativas del pasado fracasaron, como los ‘Bonos Volcán’, es decir, bonos para financiar la minería de bitcóins usando la energía geotérmica del volcán Conchagua.
En suma, podría decirse que estos nuevos evangelizadores como Trump, Musk, Bukele y la panda de criptobros levantan para las criptomonedas este soplo de aire fresco con pies de barro a base de falsas promesas y traiciones a la esencia del bitcoin. Si para algo nacieron las criptomonedas fue para desvinculares de los bancos, incluso de los gobiernos, y ahora vemos que precisan de unos y otros. El colmo de este papanatismo es vender como un triunfo que Tether, el emisor de la stablecoin USDT mude su sede a El Salvador. ¿De veras? ¿Qué es una stablecoin? Pues una criptomoneda cuyo valor está asociado al de un activo real o es controlado a través de un algoritmo… en el caso de USDT el valor de referencia es el dólar. Vuelta la burra al trigo. Lo dicho, de locos.
(Artículo en Público)
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