El orgullo patrio de lo azaroso

 María José López / Europa Press

Mañana, 28 de febrero se celebra el Día de Andalucía, coincidiendo con la fecha en 1980 en la que tuvo lugar el referéndum con el que se impulsó un año después creación de la Comunidad Autónoma de Andalucía. Es un día festivo, lleno de actos por toda Andalucía, en el que se respira un orgullo por el terruño y las costumbres del lugar, a pesar de lo azaroso de nacer en un sitio u otro. Nada muy diferente de lo que sucede en el resto de Días de la Comunidad del resto de regiones… salvo en Euskadi, la única que no posee esta festividad porque, quizás, extienden el sentimiento todo el año.

No es la primera vez que denuncio cómo el andalucismo de Juan Manuel Moreno Bonilla destiñe por los cuatro costados. Ya no es sólo que la génesis de su partido no apoyara el Estatuto Andaluz de Autonomía en los 80, sino que cuando en mayo de 2006 se votó el segundo Estatuto en el Parlamento andaluz, tanto PP como el Partido Andalucista votaron en contra. El texto superó el listón de los tres quintos necesarios (66 de 109) por los pelos, gracias a los votos de PSOE e Izquierda Unida (IU). Las derechas, entonces, olvidaron el andalucismo del que ahora presumen y tacharon a los partidos de izquierda de “antiespañoles”. Redondeando la jugada de andalucismo impostado, Moreno Bonilla llegó al Palacio de San Telmo por primera vez aliándose con la extrema derecha de Vox, que si por algo apuesta es por acabar con las Autonomías.

Más allá de las incongruencias que arrastran las derechas en Andalucía –darían para más de un artículo-, siempre me ha resultado curioso el fenómeno de los Días de la Comunidad. Entre las que recurren a homenajear la fecha de su Estatuto de Autonomía, además de Andalucía, se encuentran Islas Baleares (1 de marzo), Islas Canarias (30 de mayo) y Murcia y La Rioja (ambas el 9 de junio). Incluso Euskadi, cuando tuvo esta festividad entre 2011 y 2013, tomó esa referencia el 25 de octubre. En esa misma línea, pero con matices, también se encuentran Castilla-La Mancha (31 de mayo), recordando la constitución de las Cortes Regionales; o Cantabria (28 de julio) haciendo lo propio con la aprobación de las ordenanzas de Cantabria que derivarían en la comunidad autónoma.

Otras comunidades apuestan más por motivos religiosos y sus patrones, como Aragón con San Jorge (23 de abril), Galicia con el apóstol Santiago (25 de julio), el Principado de Asturias (8 de septiembre) con la Virgen de Covadonga, Extremadura (8 de septiembre) con la Virgen de Guadalupe y Navarra (3 de diciembre) con San Francisco Javier. Por último, las hazañas bélicas o hitos heroicos también tienen su protagonismo, como es el caso de Castilla y León (23 de abril) con la batalla de Villalar que terminó con la decapitación de los líderes comuneros (Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado); Madrid (2 de mayo) con el levantamiento del pueblo madrileño contra la ocupación francesa; Ceuta (2 de septiembre) con el día en el que la Armada portuguesa desembarcó en la ciudad y llevó de vuelta la cristiandad; Melilla (17 de septiembre) con la conquista de la ciudad por parte de Pedro de Estopiñán en el reinado de los Reyes Católicos; y la Comunidad Valenciana (9 de octubre) con la entrada de Jaime I de Aragón el Conquistador contra los musulmanes.

Sea por el motivo que fuere, cuando hace un par de años el CIS preguntó, supimos que ocho de cada diez españoles y españolas están tan orgullosas de ser españolas como de su comunidad autónoma. Asumido que el lugar de nacimiento es una pura cuestión de buena o mala suerte, según se mire, ¿exactamente qué es lo que genera ese orgullo?

Atendiendo a las fechas escogidas en cada región para celebrar su día, son muchas las que mantienen un aire institucional, de orgullo político por avanzar en el autogobierno de la región. Sin embargo y en el caso andaluz que daba pie a este artículo, quienes más se jactan de patriotas, son quienes no apoyaron ninguno de los dos Estatutos de Autonomía. Quizás es que forman parte de ese 42,7% que en la encuesta del CIS deslizaba que tener un fuerte sentimiento patriótico produce intolerancia en la sociedad.

Para la derecha, reconocer la diversidad es incompatible con la unidad. A pesar de que, según ellos, España lleva décadas rompiéndose, sigue estando muy entera. Sin embargo, la rica pluralidad, que a sus ojos son fragmentos quebrados, no tiene cuerpo gracias a una malla de santos, vírgenes o ídolos militares, sino más bien al crisol de diferentes culturas, sensibilidades y costumbres.

Mañana en Andalucía y otros días en diferentes regiones, los líderes de las derechas saldrán a sus balcones golpeándose el pecho reivindicando un día lo que niegan otros 364 días del año. Alzarse orgulloso de pertenecer a una comunidad autónoma implica aceptar la diferenciación respecto a otras; de otra manera ese orgullo se diluiría. Conviene en este punto puntualizar que la diferenciación no es en sí misma negativa ni implica ufanía o altanería, algo precisamente de lo que suele pecar la derecha.

“No queremos ser más que nadie, pero tampoco menos”, es el mantra que repite la derecha cada vez que reivindican el autonomismo. La clave está en la equidad y en la justicia social, pero ambos son términos que no acostumbra a manejar el glosario conservador, más amigo de la uniformidad. En cada celebración de un día autonómico, las derechas entran en contradicción con su sentimiento patrio de unidad nacional y, lo más grotesco, es que parecen no ser conscientes de ello.

Polémicas como la negativa por parte de diversos dirigentes autonómicos del PP a mostrar un mínimo de humanidad con los menores migrantes no acompañados, al tiempo que tampoco valoran ni se muestran solidarios con otras regiones más acogedoras, es una buena prueba de que tampoco destilan el fervor patrio del que se jactan.

Quizás, llevamos demasiado tiempo cayendo en el error de hablar de orgullo de pertenecer a una comunidad autónoma o a un país cuando, en realidad, sería más acertado sentirse afortunado o afortunada por haber nacido aquí o recalado acá. La suerte de crecer y desarrollarnos en un espacio cuyas condiciones nos agradan, cuyas costumbres nos divierten e invitan a compartir, cuya identidad viene marcada por la relación misma entre sus habitantes, no por el terruño en sí. Orgullosos y orgullosas nos deberíamos sentir de quienes, españoles o no, andaluces o no, contribuyen, mejoran, cuidan y protegen todo por lo que nos sentimos afortunados. Y estas derechas, precisamente, no dan motivo para ese orgullo.

Previous Post

Sin comentarios