No hay gafas para Marlaska

 Ministerio del Interior

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, no ve. Es un hecho. La cantidad de hechos que se le pasan por alto conforman una lista tan extensa que quién soy yo para pensar que ha optado premeditadamente por no verla. Uno de las últimas ha sido su particular análisis de la situación en Andalucía con el narcotráfico. Según él, existe “un contexto de no impunidad” del que los narcos son conscientes. Apenas unas semanas antes, las narcolanchas llegaban hasta Sevilla capital navegando por el Guadalquivir y se permitían el lujo de saludar con la mano a los agentes de la Guardia Civil que estaban grabándolos.

Marlaska quiso plantarse en la IV Reunión Ministerial de la Coalición de Países Europeos contra el Crimen Organizado, celebrada el pasado viernes en Cádiz, como un ministro con los deberes hechos. No es el caso. Al enfrentar sus declaraciones con la realidad el resultado es grotesco. La propia Guardia Civil, que sigue sufriendo una intolerable insuficiencia de medios, califica la desembocadura del Guadalquivir como "una autopista" de narcolanchas.

Marlaska no lo ve y prefiere mirar al incremento de incautaciones que, si bien son ciertas, no sólo se deben a la buena labor de las fuerzas del orden, sino  también a una mera cuestión estadística: cuanto más droga se pasa, más posibilidades hay de aumentar las incautaciones… a pesar de la insuficiencia de medios. La muerte de dos agentes en Barbate, precisamente, por esta situación de desventaja frente a los narcos y unas órdenes más que cuestionables, tampoco agudizan la vista del ministro del Interior, que calificó aquella operación mortal como "impecable técnicamente e inmejorable humanamente".

No es una cuestión de miopía, lo que parece sufrir Marlaska es una ceguera total. Como recordaba hace poco mi colega Sato Díaz, el titular de Interior tampoco presta atención a las reiteradas advertencias de abusos policiales contra el colectivo LGTBIQ+. ¿Debería sorprendernos? Debería, aunque estemos ya sobre aviso de su ceguera después de haber presenciado cómo en la masacre de Melilla, en la que murieron al menos 37 personas y más de 70 continúan desaparecidas, según él, se actuó de manera correcta y proporcionada. Informes internacionales revelarían que hubo un muerto en territorio español.

Marlaska no ve tampoco cuán difícil es conseguir una cita de asilo, como se revela en el podcast La cita de tu vida, y con todo, siguen aumentando un 27% las solicitudes con salas indignas en el aeropuerto de Barajas que tampoco ve, pese a los numerosos informes del Defensor del Pueblo.

Marlaska vuelve a dar muestras de invidencia cuando se salta sus propias sentencias cuando era juez, que reconocía el papel de España como potencia administradora del Sáhara Occidental, y deporta saharauis a Marruecos a sabiendas de que allí el régimen de Mohamed VI vulnerará sus derechos fundamentales.  

La privación de la vista del ministro también es notable a la hora de abordar las prácticas de Desokupa y empresas similares, así como el afán de la primera por calar en la Policía Nacional. Tal es la ceguera que ni siquiera se tomó la molestia de leer el acuerdo entre Desokupa y el SUP (Sindicato Unificado de Policía) para zanjar su investigación sobre los cursos que la empresa de Daniel Esteve –denunciado por incitación al odio por la asociación Acción Contra el Odio- pretendía impartir a agentes de la Policía Nacional. Huelga decir que tras la reciente abstención del PSOE que impidió avanzar en la ilegalización de este tipo de empresas Ferraz avala la gestión de Interior.

Podría extender el artículo con situaciones que Marlaska no ve, como por ejemplo los delitos que cometen los fascistas y la violación de la Ley de Memoria Democrática, incluso ante la misma sede del PSOE, dejándoles hacer mientras en cualquier manifestación de izquierda se producen identificaciones, detenciones y cargas policiales por mucho menos.

Hace años que los colectivos defensores de derechos humanos y libertades civiles exigen la dimisión de Marlaska. Un ministro que no ve tantos asuntos de su competencia, sencillamente, no es competente. Pese a la ironía inicial de este artículo, es obvio que Marlaska no padece ningún trastorno visual; su proceder es calculado, premeditado. Una actuación consciente que dista mucho de lo que cabría esperar de un titular de Interior en un gobierno progresista.

No hay gafas ni remedio médico para solucionar los problemas de visión de Marlaska. Urge su cese, dado que la dimisión no es una opción viable tras haberla eludido con todo lo expuesto. Pedro Sánchez no está dispuesto a abrir una nueva crisis de gobierno con la necesaria destitución; en su lugar, nos traslada la crisis a la sociedad civil, ajeno a que se volverá en su contra como un bumerán. 

(Artículo en Público)

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